lunes, 30 de junio de 2008

Neil Young se desboca en Rock in Rio

MADRID. Sin concesiones. Así apareció Neil Young pasada la media noche, y pasada la hora prevista para su actuación. El festival, que hasta ese momento se había desarrollado según la filosofía familiar que impregna Rock in Rio, dio un giro de 180 grados. La música amable y para todos los gustos que habían desplegado hasta ese momento Alanis Morissette, Jack Johnson y Manolo García se convirtió en furia desbocada protagonizada, precisamente, por el músico más veterano de los presentes. Las familias con niños pequeños se alejaban de aquel huracán que se les venía encima, y los jovenzuelos que se lanzaban por la tirolina delante del escenario ofrecían un extraño y delirante contraste con la clase magistral que ofrecía, mientras, una leyenda viva del rock. El artista canadiense desató un torbellino de guitarras distorsionadas y de sonido denso que apenas tuvo tregua a lo largo de las casi dos horas que duró el recital. Hubo pocos atisbos de su faceta acústica; «Too far gone» y «Oh, lonesome me». El resto fue un repaso trepidante a su carrera, comenzando precisamente por el principio, con «Mr. Soul», pasando por «Cinammon girl», «Hey hey, my my» o «Mother hearth»..., y con pocas alusiones a su más reciente disco, «Chrome dreams II»: «Spirit road» y «No hidden path» -esta última alargada hasta la extenuación-. Lo que está claro es que tiene repertorio de sobra donde elegir. Con largos desarrollos de cada canción, con una energía impropia de su edad (62 años), dándose la vuelta de vez en cuando para disfrutar el momento con sus músicos, Neil Young cumplió con creces su cometido de gran estrella de la sesión inaugural, aunque su concierto estuvo dedicado a los incondicionales. El resto del público permanecía más bien atónito. La sorpresa la dio al final, con «A day in the life», la célebre canción de los Beatles.

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